No soy muy eficaz en el aprovechamiento del tiempo, una cosa me lleva a la otra y esa otra a la siguiente y así suelo llegar a escenarios inesperados que no estaban en el orden del día. Cada nueva tarea que se me cruza me dice con voz susurrante: “ven, ven…” y yo voy.
El caso es que en ese deambular que ha empezado buscando un material que necesitaba, he terminado encontrando un ejercicio que hice en un curso. Es una carta a mí misma que la titulé:
“Para mi” (no se me dan muy bien los títulos).
He empezado a leerla con una mezcla entre vergüenza y ese pudor que nos da leer las cosas que escribimos hace tiempo, como si nos estuviéramos colando en la intimidad de otra persona, pero enseguida me he reconocido, recordaba muy bien aquellas emociones que sentí en aquel momento.
La idea de este ejercicio es escribirnos en un momento de felicidad o “subidón natural” contándonos qué pensamos de nosotros y cómo vemos la vida… para poder leerla en un momento de «bajón natural».
Es una carta dirigida a ti porque tú eres, de entre todas, la mejor persona para animarte, lo que tú piensas tiene más poder que todo lo que puedan decirte.
Lo más habitual es escribir en momentos en los que uno está francamente mal y contarlo es incluso temerario, así que cuando volvemos a nuestros escritos solo queda pensar: “oh, dios mío que vida más desgraciada”, o “que dramática soy” o “que mala memoria tengo, yo pensando que mi vida era estupenda y resulta que es lamentable”… Gracias a dios, no suele ser así pero nos cuesta mucho escribir en los momentos estables y felices.
Anímate y escríbete para cuando te necesites. Yo os cuento un secreto: al terminar de leer mi carta tengo que pensar la manera de corresponderme porque como poco me debo unas cañas.
Ya es jueves, qué tal si las compartimos? 💙💙💙