VIVIR SIN EDAD

Me volvió a pasar anoche volviendo a casa…ya no sé cuántas veces van en éste mes, en esta ocasión fué en el transcurso de una de esas conversaciones extrañamente personales que se entablan con los taxistas; de repente me encasqueta la comprometida pregunta: «¿cuántos años me echas?».

¿Qué nos pasa con esa pregunta?
La suelen hacer con una sonrisa tan expectante… (como si fueras a flipar con lo jóvenes que están), que creo que a la mayoría nos sabe mal desilusionar y tras calcular rápidamente, solemos restar 5 u 8 años (10 ya generaría sospecha de falsete/a), y luego ya seguimos con el protoloco de mostrar asombro cuando nos dicen la edad, que más o menos suele coincidir con la que habíamos calculado.
¿Qué juego es éste? ¿Por qué hay tanta gente adicta a él?

Sé que hay cosas mucho más interesantes que plantearse, pero cuando me cuesta dormir me da por pensar tonterías de este tipo como si fueran cuestiones transcendentales, y hoy me cuesta dormir.
Conclusión: Si no soy yo la única mentirosilla y esto es lo que hacemos la mayoría para no herir sensibilidades, no me extraña que haya tanta gente enganchada a esta pregunta.
Reflexión: Dado que la mayoría creemos, curiosamente, que aparentamos menos edad de la que tenemos ¿POR QUÉ NO NOS QUEDAMOS CON LA QUE SENTIMOS Y VIVIMOS DE ACUERDO A ELLO en la medida que nos deja ésta sociedad tan marcada por etiquetas?

Me acuerdo de una idea muy bonita que leí en un libro (“El antropólogo inocente”); el protagonista contaba con asombro una peculiaridad del poblado que investigaba: no conocían el concepto de edad como número
¿os imagináis que liberación?
Da para mucho imaginar…

Feliz noche de ritmos calmados o acelerados pero disfrutones, que nos lo hemos ganado durante toda la semana.
💙💙💙