CURARSE, DUELE

Tarde trabajando en casa y lidiando con las dos emociones que siempre saboreo junto al café mientras preparo los pacientes: cierto placer y cierto dolor.

El placer obviamente viene de la pasión por lo que hago y el dolor viene de la frustración inherente también a lo que hago.
Porque la mayoría de los pacientes no quieren «curarse», lo que buscan es solo un alivio.

Un omeprazol que alivie los síntomas de las digestiones pesadas.
Pocos se atreven a cuestionar de qué se están alimentando ni deciden cambiar su dieta para no tener digestiones pesadas.

Porque «curarse» duele.
Y duele con letras mayúsculas.

De entrada, todos mantenemos problemas emocionales porque nos renta tenerlos, porque en el balance de cuentas sale «el haber», ganando. Ya está.
(A corto plazo, por supuesto).

Cuando digo problemas emocionales estoy hablando de ansiedad, inseguridad, estados de ánimo mustios.
Un trabajo que no es exactamente como deseamos, una relación sentimental que no es exactamente como la deseamos y una sensación interna de insatisfacción porque sabemos que no estamos sacando de nosotros ese 100% que podríamos sacar… esos son problemas emocionales.
No te cuentes que eso lo tiene todo el mundo y que pretender lo contrario es ilusorio. Eso es un autoengaño.

Esos problemas emocionales se manifiestan con síntomas, miles de síntomas de toda índole nos avisan de que no estamos llevando la vida que deseamos, pero ¿quién le mete mano a eso?

Suele ser más fácil tomarse una pastilla, o un vinito, o comer a ver si ese vacío se llena, o correr a ver si se cansa, o jugar a ver si se distrae o … lo que sea!! Con tal de taparle la boca al bocazas de nuestro cuerpo.

Y a nivel mental suele ser más fácil hacernos con un catálogo de excusas a la carta, de argumentos racionales de lo más sofisticados para justificar y auto-justificarnos nuestro miedo al cambio y a soltar lo malo conocido.

Y ese es el trabajo de un psicólogo, que en un momento de la caminata que recorremos juntos, conseguir que el paciente vea delante de él (como si fueran personajes de ficción) los obstáculos disfrazados de seductores beneficios que le impiden avanzar.

Ahora la decisión está en sus manos.

¿Qué hará? ¿Los desenmascará o los dejará con su máscara? ¿Los tirará al vacío o los pedirá que le acompañen? ¿Los dejará plantados y abandonará el camino mil veces recorrido pero que controla porque conoce cada uno de sus peñascos y desniveles, para empezar a subir monte arriba sin saber lo que le espera? ¿Los sorteará haciendo que no los ve?
En la mayoría de los casos el paciente tolerará una dosis pequeña y manejable de verdad y cambio (Encuentra alivio).

Pero yo hoy cierro las carpetas de los pacientes de mañana con la ilusión de que cada uno de ellos pertenezcan a esa minoría valiente a la que no le asustan los molinos de viento.
Entren en un cuerpo a cuerpo con esos molinos de viento y aunque salgan magullados y malheridos, tras los cuidados de Dulcinea, despierten al día siguiente «curados».

Hora de empezar a desconectar de todo e ir preparándose para un descanso reparador.
Os deseo dulce velada nocturna!

💙💙💙

(Pdt: os prometo que cuando termine mi «eterna» web, dejaré los escritos de un estilo más literario para Facebook y concretaré todo esto en pautas claras de abordaje, deseandito estoy de aportaros valor práctico)