TE ESCUCHO…

Septiembre inspira.

La vuelta y vuelta en la toalla dan mucho de sí y solemos aterrizar con nuevos bríos, a veces un poco desbocados, a veces inquietantes respecto al sentido o sinsentido de nuestra vida, a veces clarividentes o incluso con un suma y sigue sin más, (que suelen ser los que tienen niños pequeños y no les ha dado tiempo ni a respirar, cuanto más a pensar), el caso es que hay de todo; y la verdad es que pasarse de vueltas pensando es igual de malo que pasarse de vueltas tomando el sol.

Pero como mi ritmo es un poco rezagado más que hablaros del inspirador septiembre quiero contaros un pensamiento que se me ha quedado enganchado al vestido del martes, fue cuando me incorporé a trabajar y me encontré con esa conversación que tenemos tod@s tras las vacaciones.

¿Recordáis las ganas que teníamos cuando volvíamos al colegio después de las eternas vacaciones en el pueblo o en la playa y estábamos impacientes por contar nuestros enamoramientos y aventuras?

Pues de adultos volvemos a nuestra vida cotidiana con las mismas ganas y aunque tras ese: «¿qué tal las vacaciones?» vemos el cielo abierto, nos retraemos enseguida ante la prisa que percibimos en el otro para que no nos enrollemos demasiado, y la secuencia se suele saldar con un ansioso meter baza y resumir en el menor tiempo posible lo más relevante, atropellando las palabras como si estuviésemos en el roscón de “pasapalabra”.

Tenemos prisa, siempre tenemos prisa.
Y escuchar se nos hace difícil.

Se nos hace difícil evitar ese:” si, si… pues yo…” ,no nos concentramos cuando nos hablan porque estamos buscando qué es lo que vamos a decir nosotros, ¿Os habéis dado cuenta de lo poco que nos escuchamos?

A la mayoría nos encanta contar nuestros recuerdos de la infancia, de la universidad o colegio mayor, de aquellas vacaciones inolvidables, de nuestros abuelos… somos felices recordando y es precioso revivir momentos que además la nostalgia se encarga de intensificar y endulzar, sin embargo es muy difícil encontrarnos con unos oídos que estén dispuestos a escuchar con interés todas esas cosas que nos importan, que nos hacen sentir y que forman parte de nuestra esencia.

Si nos gusta hacer felices a los demás… ¿por qué no probamos a escucharles sin mostrar impaciencia por hablar y soltar ese «pues yo…» Por qué no probamos a hacer preguntas para que se explayen y a olvidarnos de seguir enchufados a mil cables mentales y a la urgencia de salir corriendo a resolver mil tareas importantes.

¿Acaso no es importante hacer felices a las personas que nos rodean?

Yo creo que escuchar y sentirnos escuchados es de las cosas más necesarias y olvidadas en esta sociedad llena de urgencias. Si practicáis la paciencia de escuchar descubriréis milagros. Prometido!

Feliz tarde de jueves 💙💙💙